Rubens seduce en Caixaforum con la fuerza arrebatadora del Barroco flamenco

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Pedro Pablo Rubens (1577-1640), celebra José Juan Pérez Preciado, es «fuerza arrebatadora» y «pasión por crear imágenes estéticas». Es también, añade Miguel Falomir, «un hombre fundamental para la historia del arte». «Si Velázquez no lo hubiera conocido, probablemente no sería el mismo. Incluso un genio a veces necesita estímulos externos», subraya. Y aún hay más. “Posse uno de los universos formales que más hondo han calado en la cultura: todos sabemos qué significa la belleza ‘rubensiana’. También fue uno de los pintores con más cultura de la tradición occidental. Hay una bonhomía que se manifiesta perfectamente en sus pinturas. Transmite una gran alegría de vivir”.

Sirvan las palabras de Falomir y Pérez Prado, director del Museo del Prado y comisario de la exposición, respectivamente, para presentar ‘Rubens y los artistas del Barroco flamenco’ como uno de los grandes hits de la temporada. Un mano a mano con la expresividad «apabullante» de los héroes del barroco flamenco que reúne en Caixaforum Barcelona más de 60 obras de Rubens, Anton van Dyck, Jacques Jordaens, Jan Brueghel el Viejo, David Teniers y Erasmus Quellinus llegadas del Museo del Prado. “Es un regalo para la vista, los sentidos y el intelecto”, promociona Falomir.

Pasión y contrastes
Con el genio de Flandes y sus 20 lienzos y grabados como hilo conductor, la exposición se presenta como «una ventana abierta» al rico y extraordinario universo artístico del siglo XVII, «una época de intensidad, pasión y contrastes que el Barroco flamenco supo capturar como ningún otro». «Hace apenas 48 horas estaba en el Prado presentando la exposición de Paolo Veronese, que concluye con una sección dedicada al legado del pintor y tiene en Rubens a uno de sus protagonistas -explica Falomir-. ¿Qué había aprendido de él? Muchas cosas, pero, sobre todo, a ser un pintor capaz de satisfacer al público, a los coleccionistas y a los más poderosos sin traicionarse nunca. Los dos son poseedores de un mundo propio, aunque diría que Rubens aún más».

Es precisamente ese mundo propio, esa capacidad de trascender y sentar cátedra con un estilo tan rico en carga intelectual como en ambición estética, lo que airea una exposición que empieza con una cuidada recreación del taller del artista y serpentea por la mitología, la iconografía religiosa, el empuje del coleccionismo, las relaciones entre arte y poder, el retrato, y el papel del propio artista. Sobre esto último, Pérez Preciado recuerda que los pintores flamencos gustaban de verse no como simples artistas, sino como figuras clave de la sociedad de la época. Ahí está, para confirmarlo, el autorretrato de un Rubens “ennoblecido” y “autocomplaciente”, casi lo primero que se ve al entrar en Caixaforum. “Es una muestra de estatus: es más que un simple pintor”, apunta el comisario.

Es, insiste, un creador de fuerza arrolladora que no dudaba en alterar o modificar a los maestros para mejorarlos. A ‘La última cena’, de Maarten van Heemskerck, por ejemplo, le añade un poco de blanco para “darle luz”. De Leonardo da Vinci recrea con tal primor ‘La batalla de Anghiari’ que el fresco del italiano, actualmente perdido, ha pasado a la historia gracias a la copia de Rubens. «Tenía un profundo conocimiento y una gran creatividad”, destaca Falomir.

Pasiones divinas
En el centro de la exposición, los dos grandes temas de la pintura flamenca: las pasiones divinas y la imaginería contrarreformista. Dioses del Olimpo consumidos por dilemas humanos y arte al servicio de los nuevos ideales religiosos. Es ahí donde están algunas de las joyas de la muestra: ‘La piedad’, de Van Dyck; ‘Diana y sus ninfas sorprendidas por sátiros’, de Rubens; ‘El rapto de Europa’, de Erasmus Quellinus; y ‘Apolo vencedor de Pan’, de Jacques Jordaens, el único cuadro que identifica nítidamente en ‘Las Meninas’ de Velázquez.